La reinstauración medieval de Tarragona (1118): las relaciones del Papa, el Conde de Barcelona, el arzobispo Oleguer y Robert Bordet
El
campo de Tarragona había sido desde la conquista de Barcelona por parte de Luis
el Piadoso en el año 801, un territorio deshabitado y árido, sin posibilidades
de explotación agraria caracterizado por un vacío territorial entre dos potencias que se
disputaban el control litoral de la Marca Hispánica. La política del condado de Barcelona se formó a través de dos elementos articuladores, por un lado la fortificación
de una red de castillos fronterizos, y por otro, la definición del territorio
en base a las influencias y conflictos del poder condal y del califato andalusí. El proceso
de incastellamento en la zona de Gaia
en el siglo X, desde Vilafranca del Penedés hasta Altafulla, o los
repoblamientos de cristianos en las zonas de Esplugues del Francolí y Barberà
en el año 1079, situó a la población cristiana a
tan solo 15 kilómetros de las ruinas de Tarragona.
Antes
de que el conde de Barcelona Ramón Berenguer III concediera al obispo Oleguer
la edificación y explotación de Tarragona en 1118, la restauración del arzobispado
de la antigua capital romana no gravitó entorno a la reforma monacal de
Gregorio VII y del mensaje de Guerra Santa, sino a raíz de la reinstauración de
Toledo a manos del rey Alfonso VI de Castilla en el año 1085. Fue una bula que
envió el papa Urbano II al obispo de Vic Berenguer Sunifred de Lluça en julio
de 1091, la promotora que propuso la reinstauración del obispado tarraconense
para después reinstaurar la ciudad (Companys i Farrerons i Montardit i
Bofarull). La bula de Urbano II significó la promoción de una empresa
específica, donde el papa actuó como el principal valedor de la idea. El
objetivo estratégico radicó en restituir el arzobispado, repoblar la zona de
cristianos y crear una nueva zona de resistencia frente a la Tortosa sarracena al
mismo tiempo que el reino de Aragón se expandía hacia el sur del río Ebro. La
llamada a reinstaurar Tarragona tuvo todos los ingredientes de cruzada como
cuatro años después observaríamos en el Concilio de Clermont, pero el mensaje
que corrió por la vía cluniacense y por la vía condal de Barcelona y Urgell, no
tuvo especial resonancia entre la nobilitas.
La empresa tarraconense que propuso Urbano II en 1091 fracasó al no poder
contar con el apoyo del conde de Barcelona Ramón Berenguer III, debido a los
asuntos políticos que absorbían la dedicación del conde en las tensiones en el
condado del Rosellón, la casa de Tolosa y los pactos entorno a la política
mediterránea.
Uno
de los personajes más importantes en la reinstauración y promulgación de la
guerra contra los musulmanes, fue el obispo Oleguer. Hijo de Oleguer y de
Guilia nació en 1060, quedando desde niño vinculado en la esfera monacal. Fue
nombrado diácono de la Catedral de Barcelona en el año 1088 y sacerdote en
1094. Oleguer estuvo inmiscuido en todo el proceso reformista de Gregorio VII,
fue coetáneo de las hostilidades que conllevó el conflicto, de los pactos entre
el condado de Barcelona y los reinos de taifas y fue partícipe del discurso de
Guerra Santa que culminó en la llamada a la cruzada en el año 1095. A causa de
la muerte del obispo Ramón Guillem en 1116 durante el asalto condal sobre la
isla de Mallorca, Oleguer fue escogido para representar la diócesis de
Barcelona, y estando él junto al obispo de Narbona en Roma, fue nombrado por el
papa Gelasio II arzobispo de Tarragona en marzo de 1118, desmarcándose el
título por primera vez de la diócesis de Vic. La concesión que emitió Ramón
Berenguer III para edificar y explotar Tarragona en el mismo año del
nombramiento de Oleguer, fue la ratificación del poder condal a la decisión del
pontífice, donde muy posiblemente, la reinstauración de Tarragona fue un
movimiento estratégico más dentro de un plan mayor si tenemos en cuenta los
movimientos de cruzada en el Concilio de Tolosa y de Alfonso el Batallador
respecto a la ciudad de Zaragoza.
Los
diez años que transcurren entre 1118-1128 son una incógnita referente a la
repoblación del campo de Tarragona. Los pasos del obispo Oleguer son
documentados ‘a cuenta gotas’ en diferentes concilios de Francia, donde en 1123
estuvo en Letrán y sabemos que en 1125 viajó a Tierra Santa. Asimismo, la
dificultad de reinstaurar y repoblar Tarragona residió en la propia complejidad
de la expansión condal y de las maniobras acaparadoras del poder feudal. Las
características propias de la conquista en la frontera habían formulado desde
principios del siglo XI, un sistema social piramidalmente abocado al control de
los habitantes de la zona basado en el control estratégico y en la
institucionalización de los castillos fronterizos (Sabaté, 13). Además, este
modelo se sirvió de estructuras auxiliares que reforzaban la fortificación del
territorio, la protección de las gentes y la articulación de las explotaciones
agrarias. Por ello, las condiciones de la vieja ciudad de Tarragona donde las
crónicas la describen como ‘en ruinas y desértica’ y en virtud de la cercanía
de ésta con la Tortosa sarracena, hacían de la reinstauración una empresa
dificultosa en base al repoblamiento de la ciudad y a la implantación del modelo
de conquista feudal que no terminó de consolidarse hasta bien entrada la década
de 1140.
[Catedral
de Santa Tecla de Tarragona: https://www.google.com/search?q=catedral+de+tarragona&tbm=isch&ved=2ahUKEwirzuro9P_lAhXSgHMKHQkYAoEQ2-cCegQIABAA&oq=catedral+de+t&gs_l=img.1.0.0i67j0j0i67j0l7.5110.7074..8311...0.0..0.229.1509.3j9j1......0....1..gws-wiz-img.....0..0i131.7UL8WWWg4Dw&ei=ce3YXevRJNKBzgOJsIiICA&bih=657&biw=1360#imgrc=E3-Vy_IBWq8vGM
]
Sin
embargo, la posición feudal desde las jurisdicciones de los castillos
fronterizos, activó la funcionalidad de diversas estructuras para su
explotación tanto en las esferas agropecuarias como en la definición del territorio.
Nos referimos a la gestión de las almunias, cuadras o torres que en la centuria
anterior caracterizaron el paisaje feudal, y en la expansión del siglo XII,
fueron imbricadas a través del besante productivo en los términos castrales a
raíz de su explotación y lazos de dependencia (Sabaté, 17). La definición del
territorio tarraconense, que contempló la zona triangulada entre el río Gaia,
la sierra Carbonaria y la sierra de Prades, fue enfeudada por el arzobispo
Oleguer en 1129 al caballero normando Robert Bordet o también llamado Robert
Aguiló, a cambio de potenciar la población de la ciudad. En el mismo año, tras
recibir el normando el título de príncipe de Tarragona, otorgó la exención de
todo tipo de censos, diezmos y primicias sentando las bases de un gobierno
local entre el condado de Barcelona y el arzobispado de Tarragona. Asimismo, la
restauración de la ciudad también tuvo como protagonista al ahora conde de
Barcelona Ramón Berenguer IV, estimulando la aparición de la justicia condal
asociada a un ordenamiento jurídico aplicable en toda su forma a partir de las
conquistas de Tortosa y Lleida en 1148 y 1149 respectivamente.
Haciendo
una valoración panorámica a los derivados de la reinstauración de Tarragona,
observamos una razón de fondo a todo este proceso que deriva las conquistas
feudales del condado de Barcelona entre los siglos XI y XII, como la
consolidación de un sistema político-social vinculado a la guerra y a la
institucionalización y articulación de distritos fronterizos, véase los
castillos. Los intentos por reinstaurar la ciudad y el arzobispado de
Tarragona, evidencian la recuperación de un espacio legítimo en base a un
modelo ideológico de cruzada y a la recuperación centralizadora de la monarquía
feudal. Tarragona se convirtió en un principado bajo el gobierno de un príncipe
normando, que acabó repudiado por los nuevos pobladores llegados de otros
espacios del condado de Barcelona. Pero esa ya es otra historia.
De Ayala, Carlos.
El Pontificado en la Edad Media. 2016. Editorial Síntesis.
Companys i
Farrerons, Isabel i Montardit i Bofarull, Nuria. Enteixenats i Mudejars de la
Catedral de Barcelona.
1983. CSIC.
Sabaté i Curull, Flocel. La
marca en els comtats de l’any mil. Plecs d’Història Local. Nº65, 1996. ISSN 1130-5150.
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