La Cruzada de Bohemundo

La práctica de la violencia que nos ha sido mostrada en innumerables escenarios protagonizándose en bailes de espadas, lluvias de flechas y ensordecedores choques de escudos, han sido disputas respaldadas históricamente por la sociedad y sustentadas por el empuje sórdido de la religión. Las Cruzadas, tema que nos concierne en el relato, fueron comprendidas por sus participantes como un ejercicio de imponer la caridad cristiana, la devoción religiosa y una tenaz interpretación divina, elementos, que a su vez, ayudaron a sus manifestantes a comprender que todos ellos representaban una societas christiana y el embrión vertebral de la Cristiandad en Europa. Si alguien tuvo la certeza y la audacia de que la consigna de Urbano II de ir a Oriente y defender de los infieles los Lugares Santos era el entramado político-religioso necesario para destruir a los enemigos de la Cruz y del papado, ése alguien fue el “gigante Bohemundo”, primogénito de Roberto Guiscardo que fue elevado a héroe por su propio padre y comparado con el griego Aquiles y el galo Roldán.

Bohemundo o conocido como Marcus, nombre bautismal, nacido en 1058, mantuvo una infancia compleja ante la ausencia de su materna llamada Alberada, primera esposa de Roberto Guiscardo. El matrimonio fue rechazado por Roberto Guiscardo por motivos de consanguinidad para casarse con Sichelgaita, que era descendiente de nobles del sud Italia produciéndose la posibilidad de unificar los antiguos reinos longobardos bajo el blasón de los Hautiville. La relación entre Bohemundo y Sichelgaita fue tirante y conflictiva, aunque Bohemundo era el primogénito de Roberto, Sichelgaita presionaba al líder normando para favorecer en posición a sus tres machos y siete hembras, sobre todo a su primer hijo Rogelio Borsa para poder deslegitimar y desheredar a Bohemundo. Según el cronista Orderico Vital, Sichelgaita conspiró para envenenar al joven Marcus durante la campaña en Albania. Roberto Guiscardo al oír aquella vileza pero sin estar seguro de su validez, amenazó con matar a su mujer y a su primer hijo si Bohemundo sucumbía.



La historiografía se ha esforzado minuciosamente para poder precisar cuál es el auténtico papel de Bohemundo y de los normandos del sud de Italia tras la promulga en Clermont de Urbano II. Las tesis que se manejan sobre la toma de la cruz del conde de Apulia trasvasan la aceptación convencional y la sospecha revisionista sobre la expedición a Oriente. Historiadores como Manselli y Rudolph Hiestand, sostienen la total ignorancia de la cruzada de Urbano II sobre la Italia del sud, a pesar de que Bohemundo teniendo constancia y motivado por la promulga del papa, le frustraba la idea de acudir a la llamada a causa de sus relaciones pasadas con el emperador bizantino. Teniendo en cuenta que ningún texto nos aclara la asimilación del proyecto de cruzada, el normando no ignoró tales proyectos e intervino decididamente para instrumentalizar la cruzada hacia sus propios fines. El 26 de abril de 1097 los ejércitos de Bohemundo y Raimundo de Saint Gilles se habían reagrupado al otro lado del Bósforo poniendo bajo asedio la ciudad de Nicea. Kilij Arslan, sultán de Rum, subestimó los nuevos ejércitos occidentales mientras guerreaba contra la dinastía danisméndida que le disputaba el control de Melitene. Bohemundo que no participó en la batalla cedió a Raimundo de Saint Gilles doscientos caballeros para amedrentar el ataque, donde Tancredo formó con su presencia en la ayuda. Nicea no pudo ser bloqueada por su fácil avituallamiento por lo que los líderes cruzados decidieron rendirla por asalto. Aquí apareció la eficaz diplomática del emperador bizantino, que instó a los asediados a rendir la ciudad al basileus para que no cayera en manos occidentales. Al inició del asalto se atisbó en la ciudad el estandarte griego y como consecuencia los príncipes cruzados se sintieron engañados a causa de las artimañas del emperador de Bizancio.     

Tras la caída de Nicea, las tropas de Bohemundo se replegaron hacia Pelekan donde Alejo Conmeno había situado su campamento. El basileus trató de aliviar la tensión con los príncipes cruzados otorgándoles más riquezas e instándoles a reafirmar el juramento de fidelidad al emperador, donde Bohemundo no interpuso ninguna objeción. El 26 de junio las columnas cruzadas se ponían en marcha en dirección Antioquía por una travesía hostil a causa del control selyúcida. A principios de julio, Bohemundo lideró junto a Roberto de Normandía y Esteban de Blois la vanguardia de un inmenso ejército cristiano travesando la llanura de Dorilea. Kilij Arslan abatido por la pérdida de Nicea, fue avisado de que las columnas frany habían partido hacia el sud. Sin perder un instante dispuso un planteamiento de emboscada debidamente planeado días antes. Cuando los cruzados fueron vistos en el horizonte, el sultán se apresuró a decir que sus tropas disponían de superioridad numérica, por lo que ordenó el ataque. Su ejército lo constituía casi por completo jinetes ligeros que manejan admirablemente el arco, los cuales se acercaban, lanzan sobre los enemigos una lluvia de flechas mortíferas y luego se alejan a toda velocidad para dejar el sitio a una  nueva fila de asaltantes.[1] Tras comenzar la batalla al alba, los ejércitos cruzados comienzan a ordenarse: Bohemundo y los normandos en el flanco izquierdo, Godofredo de Boillon y Hugo de Vermandois en el flanco derecho y Raimundo de Toulouse y Roberto de Flandes en el centro. Kilij Arslan comprendió de inmediato la gran proporción numérica de los cruzados y observa como la carga de sus caballeros desmoronaba la coordinación de sus jinietes. La batalla de Dorilea duró un día entero dejando numerosas bajas entre los dos contrincantes, llevándose la peor parte los infantes. En semejante escaramuza los ejércitos cristianos efectuaron con gran determinación la puesta en práctica de su mejor arma: la caballería. La cabalgada de los caballeros bien pertrechados en sus cotas malla, producía que la habilidad de los jinetes turcos fuese ineficaz ante el arquetipo militar del caballero Occidental. La batalla de Dorilea produjo considerables bajas en ambos bandos y las siguientes reflexiones: Para el ejército cristiano quedaba patente que el punto débil de su ejército lo protagonizaba su parte más numerosa, la infantería. Para los turcos la sorpresa de aquellos ejércitos cristianos claramente superiores en comparativa con los de Pedro el Ermitaño fue dolorosamente evidente. La fuerza combativa de aquellos adversarios era efectiva y colosal, pero las características de sus mejores fuerzas serían determinantes en el combate. Podríamos afirmar que después del encontronazo en Dorilea, tanto cristianos como musulmanes comenzaron a tener conciencia del peligro que les acechaba.  Bohemundo, agilizó secretamente todo un proceso diplomático que había orquestado semanas antes. La amplia historiografía sobre Las Cruzadas refleja una hipótesis a tener en consideración: Ante la amenaza del ejército turco, los líderes cruzados otorgaron la dirección del asalto a Bohemundo, si éste alcanzaba el objetivo de hacer caer Antioquía, la ciudad sería suya, siempre y cuando no interviniese el emperador. El 2 de junio, un guardián llamado Firuz hizo saber al normando su intención de entregarle la ciudad con la garantía de prestar a su hijo como rehén, y el día 3, la diplomacia de Bohemundo triunfó: Tras la ascensión de tropas normandas durante la noche, los estandartes púrpuras de Bohemundo ondearon en tres torres donde facilitaron la entrada de los soldados cristianos. El normando a la vanguardia del ejército cruzado se convertía en el dueño de Antioquía.



 El destino de la peregrinatio armada se decidió dos veces en Antioquía. Bohemundo, líder del asedio y líder de la resistencia, logró prolongar aquél proyecto que inició Urbano II tres años antes en Clermont. El lapso de tiempo que discurre entre junio de 1098 y mayo de 1099, mantiene una gran discordia entre el normando y su principal rival, Raimundo de Saint Guilles. Los principales cruzados decretaron en una reunión celebrada en la catedral de Antioquía no proseguir la peregrinación de inmediato hacia Tierra Santa. Durante éste tiempo daría la posibilidad de asentar los dominios, establecer señoríos y resolver los obstáculos que pudieran surgir en los territorios conquistados. Bohemundo se apoderó de la ciudadela y estableció allí su residencia ante el impasible malestar del conde de Toulouse, que veía como los combatientes se referían al normando como “señor y defensor de la ciudad”, mientras él, a causa de su impaciencia por proseguir la peregrinación y por sus continuas torpezas, perdió el apoyo de los más nobles caballeros.

 Pues Bohemundo no sólo es un gran caballero en la búsqueda de aventuras, un soldado sometido a la cruz y un guerrero habilidoso. Es un feroz político donde siempre guarda acero en el caldero.
                           






[1] Maalouf, A. (2013). Las Cruzadas vistas por los árabes.Pág37.Alianza Editorial.Madrid.

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