¿Qué es la Historia?

Para comenzar semejante entramado podríamos satisfacer dicha pregunta contestándola con varias opciones y lograríamos un abanico de posibilidades más confuso todavía. Podemos partir de las consignas que nos muestran que la Historia, tal y como la conocemos en el presente, es la verificación de una tradición intelectual adosada a un propio examen de consciencia. Es el aprendizaje con el objetivo particular de comprender las actividades del pasado, como una mera redención acompañándose de una insaciable voluntad de asumir sucesos singulares, para una vez descifrada, analizada y comprendida, mostrar la poesía de acontecimientos en una narrativa denominada “histórica”. La audacia y el esfuerzo intelectual son los instrumentos elementales que hacen posible y valorizan la puesta en escena de una investigación. De no ser así, ¿no estaríamos anulando el derecho a buscar? Efectivamente. La naturaleza humana no ha variado lo suficiente desde que Darwin hizo tambalear las ideas establecidas. El entendimiento de los seres humanos ha tejido a lo largo de su evolución una red de ideas que ha preferido conocer antes que comprender. Es por ende, que la utilización de la Historia en el interior de la diversidad científica, responde a una clasificación racional que medita un entramado constante. A pesar de las condenas y comentarios peyorativos que ha recibido la interpretación histórica, que no es ni más ni menos que justificar la ignorancia por adelantado, la Historia es en esencia una gran polimatía que es resaltada o aplacada según la coyuntura de intereses. No seamos ingenuos. La Historia no nos hará vivir de manera acomodada. La Historia es un emblema de las artes liberales, una interpretación o un instrumento donde se ejerce el esfuerzo por conocer al ser humano en forma de proyecto de análisis. Acercándonos a los precedentes del siglo XIX, el objetivo de la historia ha sido la aproximación indirecta de los hombres y de sus formas de proceder, donde se realizan medidas desde diversos enfoques respetando su importancia y trascendencia. Nos podemos preguntar sin complejo alguno si la Historia refleja su magnificencia en un arte propio o en una ciencia, pero podemos detallar de manera convencida que la estética o la belleza mantiene la misma composición tanto en un esquema de física teórica como en una frase justa. Si la Historia no ha tenido un reconocimiento total por parte de la comunidad para ser catalogada de “científica”, se debe en gran medida a que las leyes naturales que impulsan la cinética humana no han sido precisadas. Cada vez está más demostrada la influencia de factores bio-climáticos sobre determinados colectivos y Europa ha sido un buen ensayo de ello. 



Si analizamos algunos períodos concretos de la Historia vemos resultados significativos: Los períodos que han sido reconocidamente fríos, han destacado por una gran virulencia social, conflictos y guerras, como algunos historiadores atisban cuando analizan el siglo VI o el siglo XIV.  En cambio, los períodos que han destacado por una notable calidez, la expansión de los pueblos y la prosperidad económica han hecho mella en la movilización social y en la construcción de pueblos y de naciones, provocando que períodos más cálidos y estables hayan servido para transformar radicalmente la Historia[1]. Cada ciencia tiene un lenguaje particular y la Historia siendo representada por los hombres, juega en su propio tablero con los condicionantes puros y los construidos por los mismos hombres. Dichos sujetos han constituido ser un fenómeno sumamente delicado, donde en ocasiones, escapan de los instrumentos convencionales de las matemáticas y ya sea por las emociones o sentimientos, escapan de la mismísima razón. A menudo la Historia es descrita como “la ciencia del pasado”, pero dicha apelación podríamos desestimarla de facto. Bien sabemos que la historiografía primitiva basaba sus relatos en los acontecimientos de su tiempo, pero semejante visión carece de amplitud y de clasificación. En nuestros días observamos una aglomeración de historias donde subyace el progreso de cada ciencia o disciplina: Historia de la Medicina, Historia de la Física, Historia de la Guerra e Historia Económica entre otros. Esta asignación, con algunos precedentes aparecidos durante el siglo XI, promueve el escrutinio de precisar el origen de las transformaciones, además de por necesidades colectivas de establecer una estructura lingüística para hacerlo accesible y posible. La Historia no llega hasta nuestros días siendo protagonizada por datos y cronologías, si no por aquellos y aquellas que la hacen posible. Es evidente la preponderancia que juega el tiempo y el espacio en la delimitación y exactitud de la Historia, como una simbiosis natural que se ha regido por un dinamismo global provocando que a lo largo de los siglos haya habido períodos de estancamiento y aceleración. ¿Si las leyes naturales han condicionado el progreso del colectivo humano, cómo se han demarcado los tiempos? El tiempo de la Historia es al contrario de la propia medida la sumersión de los fenómenos sociales y el ámbito comprensible donde radica, siendo los cambios demarcados del pasado y las acciones humanas del presente, la materia que construye la Historia.



[1] Fagan, B. (2009). El Gran Calentamiento. (pag51).Gedisa.Barcelona.

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