Peregrinatio Armada

Pocas veces en la historia se ha visto un consenso espiritual tan unánime como el que se dio en el Concilio de Clermont. Transcurría el año 1095 y Europa terminaba de absorber los grandes movimientos migratorios provenientes tanto del sur, como del norte. Los árabes omeyas entendieron después de las contiendas con los carolingios, que la península ibérica era un buen territorio para progresar, aprovechando la marca del río Ebro como frontera natural. Desde el norte los vikingos habían demostrado desde Gran Bretaña hasta el Gualdalquivir y Sícilia su tremenda iniciativa incursora, constituida en sangre y sacrilegio, rápidos y temibles alteraban los núcleos urbanos cercanos a las costas. A raíz de su temible empuje y complejidad para las autodefensas de tan vastos territorios, resultó más fácil cederles un territorio, Normandía, por lo que el epíteto malicioso de bárbaro-pagano se convirtió de forma más apacible en normando.
El papado tenía como cabeza de la iglesia a Urbano II, un hombre inteligente y con grandes horizontes de miras por lo que respecta a la cristiandad. En su proyecto de constituir una Europa cristiana, atisbó implacable los recursos y movimientos necesarios. En 1095 comenzó un expedición por el sur de Francia con intenciones muy claras y patentes. Amonestó y excomulgó al rey de Francia, Felipe I, por mantener relaciones fuera del matrimonio, alegando la ofensa a la unión que había legitimado Dios. Buscó apoyos políticos contra el criterio gubernamental del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique IV, que ostentaba el cargo de emperador que en sí le dotaba de prestigio y de carácter sacro. Por último la finalidad de la expedición de Urbano II por el sur de Europa fue doctrinal. Al llegar a la ciudad de Clermont donde se estableció unos días, logró reunir a una gran cantidad de personas provenientes de toda la periferia de Francia. Allí, situado ante las gentes comenzó a dirigir un discurso para reunir a los milites, a esos caballeros enfundados en sus grandes caballos y armaduras caracterizados por abrazar el honor en la batalla y la justicia en el pueblo. Predicó la defensa a ultranza de los lugares sagrados cristianos amenazados por los infieles herejes, Santiago, Roma y Jerusalen, expuso la demente agresión infiel contra el Imperio Bizantio a manos de los selyúcidas, y finalizó su discurso con una frase que exaltó el ánimo de los congregados al mismísimo cielo: ¡Dios lo quiere! 

La respuesta de los allí reunidos no se hizo esperar y repitieron al unísono ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! Rápidamente se orquestó lo que sería una peregrinación, no por personas pobres y humildes que albergaban el deseo de asistir a la espiritualidad de un lugar sacro, sino la articulación de muchos grupos armados y auto-financiándose. Raimundo de St Guilles movilizó a los occitanos, Bohemundo a los normandos (que acabarían llevando el peso militar de la 1ª cruzada) y Baldouino y Godofredo de Bouillón a los francos. Todos estos grupos militares, desorganizados en sus formaciones, llegaron sólo un año después, en 1096, a Constantinopla. Todos ellos dispuestos a combatir al enemigo selyúcida junto a los bizantinos, todos ellos para exaltar la plegaría de Urbano II de conquistar y defender el hogar y el legado de Dios, Jerusalem.
Sucedieron grandes batallas: Nicea, en la que el ejército franco se enemistaría con los bizantinos por cuestiones de saqueo y pillaje, Dorilea, en la que el ejército cristiano se impuso con la caballería pesada a los selyúcidas, dando lugar a una de la más grandes batallas a caballo, Antioquía, en la que los cristianos encontraran la "lanza longinos", y la retirada de las tropas selyúcidas se interpretará como un milagro a causa de la inferioridad numérica de los cruzados. Jerusalem se conquistó el 15 de julio de 1099 dándose el caso de una de la mayores matanzas de civiles.  
De forma sagaz y minuciosa, Urbano II orquestó y predicó el que sería el período bélico más importante de la Alta Edad Media, la 1ª Cruzada, todo un derrame de almas para acrecentar la cohesión de la cristiandad  y el fundamentalismo-fanátismo religioso en la Europa medieval.   

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